''No vengo a juzgar el juzgamiento; pero vengo a considerar la situación.
Que los jueces se equivocan todo los días, es evidente, y no por la inconducta, sino por el libre juego de las circunstancias. Los jueces de fútbol sancionan con roja actitudes vistas erróneamente, y de ellas dependen los intereses y el destino y carrera de los jugadores. Los jueces penales y civiles se equivocan todos los días, como así resulta de la cantidad de sentencias revocadas y de las discordias ocurridas en los Tribunales Colegiados.
Pero lo que nos interesa destacar es el hecho irreversible de que los jueces dictan sus sentencias conforme a las normas del derecho de fondo y del procesal, y por supuesto sin que incidan en sus resoluciones el parecer de su propia conciencia. Así se dolía el Cid de Moliere, declarando su mayor congoja 'al pereseguir un crimen armando al criminal'
Pero en el caso que nos ocupa es evidente que la sanción de que se trata, no entra en la comprensión lógica de nadie. Un alférez, el 'último orejón del tarro', que ha actuado en beneplácito de sus superiores, que no tiene oportunidad para actuar según su conciencia, sino que actúa en todo momento cumpliendo órdenes, y que en el caso no fue ni siquiera observado por sus superiores, es condenado 36 años después de los hechos, luego de cumplir una exitosa profesión dentro del régimen democrático. ¿Aquí se sentenció a un culpable o se encontró una cabeza de turco? Quizás el único sobreviviente del Regimiento. La normativa vigente, ¿es ajustada al sentido común y al interés de la sociedad? Esto no lo entiende nadie, ni yo tampoco.''
Que los jueces se equivocan todo los días, es evidente, y no por la inconducta, sino por el libre juego de las circunstancias. Los jueces de fútbol sancionan con roja actitudes vistas erróneamente, y de ellas dependen los intereses y el destino y carrera de los jugadores. Los jueces penales y civiles se equivocan todos los días, como así resulta de la cantidad de sentencias revocadas y de las discordias ocurridas en los Tribunales Colegiados.
Pero lo que nos interesa destacar es el hecho irreversible de que los jueces dictan sus sentencias conforme a las normas del derecho de fondo y del procesal, y por supuesto sin que incidan en sus resoluciones el parecer de su propia conciencia. Así se dolía el Cid de Moliere, declarando su mayor congoja 'al pereseguir un crimen armando al criminal'
Pero en el caso que nos ocupa es evidente que la sanción de que se trata, no entra en la comprensión lógica de nadie. Un alférez, el 'último orejón del tarro', que ha actuado en beneplácito de sus superiores, que no tiene oportunidad para actuar según su conciencia, sino que actúa en todo momento cumpliendo órdenes, y que en el caso no fue ni siquiera observado por sus superiores, es condenado 36 años después de los hechos, luego de cumplir una exitosa profesión dentro del régimen democrático. ¿Aquí se sentenció a un culpable o se encontró una cabeza de turco? Quizás el único sobreviviente del Regimiento. La normativa vigente, ¿es ajustada al sentido común y al interés de la sociedad? Esto no lo entiende nadie, ni yo tampoco.''
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